Conversaciones con Neto Rivas

LA COLUMNA DEL DOMINGO

SI VOLVIERA A NACER

Ernesto Rivas Gallont

¿Cómo fue que dijo mi hijo el Tio? “La Novena de Beethoven, en su tercer movimiento, es un enorme bouquet de flores de todos los colores posibles arregladas en una manera particular, la textura de los violines es de seda roja, y continúa así, de la misma manera: viéndola”.

Si volviera a nacer, quisiera ser poeta; pero tan buen poeta que, cuando muera la segunda vez, el dueño del cielo me nombrara custodio del espacio que tiene reservado para los grandes poetas y músicos. Y como el cielo es eterno, mi felicidad también sería eterna, porque nunca terminaría de disfrutar lo que durante mi vida han sido mis aficiones favoritas: la buena música y la poesía en español.

Pasaría el día entero y, seguramente muchas noches, si es que hay días y noches en el cielo, saltando de nube en nube, de la mano de mi ilusión, escuchando a Beethoven. ¿Cómo fue que dijo mi hijo el Tio? “La Novena de Beethoven, en su tercer movimiento, es un enorme bouquet de flores de todos los colores posibles arregladas en una manera particular, la textura de los violines es de seda roja, y continúa así, de la misma manera: viéndola”.

Y después de cenar con Sergei Rachmaninoff, si es que se come en el cielo, nos recostaríamos a disfrutar su Segundo Concierto para Piano y Orquesta, que siempre fue mi favorito, desde su primera hasta la última nota, en sus tres movimientos.

Si Nicolo Paganini, me pidiera escoger de entre su inagotable biblioteca musican, le pediría que esta noche tocara en su Stradivarius La Campanella, de su concierto en Si bemol. ¡Cuanta sublimidad!

Enrico Caruso, Luciano Pavarotti, María Callas encabezarían un coro verdaderamente celestial. Yo le pediría a ella que nos cante “Sì. Mi Chiamano Mimì” Y lo que nunca fue posible en este mundo, la cantaría en La Bohemia con Pavarotti y en la escena final, con Mimi muriendo en sus brazos, arrancaría lo que en el cielo parecería imposible, lágrimas. Y lo que en la tierra solo oímos en vetustos discos Víctor, de 78 revoluciones, hoy lo escuchamos en vivo (¿en vivo?) Caruso cantando “Vesti la Giubba”, de Pagliacci de Ruggero Leoncaballo.

Los fines de semana, si es que hay fines de semana en el cielo, los dedicaría a lo que yo llamo música del recuerdo, sobre todo sentado en una mesa rodeada de las lindas mujeres, o algunas de ellas, porque fueron muchas, a las que el inmortal (no pudo haber sido inmortal, porque si no, no estuviera aquí en el cielo) Agustín. Allí con María Bonita, su amor imperecedero, como la cantaba Jorge Negrete (que por allí cabalgaba, vestido de charro en un caballo blanco) y a todas aquella cuyos nombres no mencionó, pero les cantó en poemas como “Amor de mis amores", que nos cantaría Lola Beltrán, una de sus mejores intérpretes; "Arráncame la vida", "Aventurera", "Como dos puñales", "Humo en los ojos", que rodeado de lindas ángeles, canta Javier Solis. "Lágrimas de sangre", "Lamento jarocho", "Mujer", "Noche de ronda", que suena por detrás de una nube, cantada por Eydie Gorme y Los Panchos. "Palabras de mujer", "Pecadora", "Revancha", "Rival", "Rosa", "Santa", "Señora tentación", "Solamente una vez", "Te vendes" y tantas otras.

Pablo Neruda, Amado Nervo, Rubén Darío y Roque Dalton, nos regalarían un banquete de sus mejores obras, hasta embriagarnos de poesía, porque con lo otro no se puede en el cielo.

Neruda, Cómo sabría amarte, mujer, cómo sabría / amarte, amarte como nadie supo jamás! / Morir y todavía / amarte más. / Y todavía / amarte más / y más.

Nervo, Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. / ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

Darío, Mas a pesar del tiempo terco, / mi sed de amor no tiene fin; / con el cabello gris, me acerco / a los rosales del jardín... Y cuando le cantó a Margarita DeBayle, Margarita está linda la mar.

Dalton, Tus manos largas y amantes /como un lirio traidor a sus antiguos colores; / tu voz, / tus ojos, / lo de abarcable en ti que entre mis pasos / pensaba sostener con las palabras. / Pero ya no habrá tiempo de llorar.

Y Carlos Gardel nos deleitaría con el tango de Alfredo Lepera, inspirado por Amado Nervo, “El Día que me Quieras”, sin duda, la canción del recuerdo más bella que jamás se haya escrito; una canción que cuenta de un amor que resulta en una transformación casi bíblica.

Los grandes maestros conductores de las mejores orquestas del mundo, también ocupan un espacio privilegiado. Arturo Toscanini, Herbert von Karajan, dirigirían para nosotros desde sus orquestas la Filarmónica de Philadelphia y su bienamada Berliner Philarmoniker.

Y allí estaba James Levine, al pie de la Torre de Eifel con los tres tenores Y la Orquesta Sinfónica de Boston, dirigida por Leonard Berstein interpretando la inmortal Quinta Sinfonía de Tchaikovsky. Y tantos más.

Agustín Barrios Mangoré, sin duda el más grande compositor de música clásica para guitarra, andaba por allí y lo escuchamos en La Catedral, una de las muchas suyas. Lo acompañaba, desde la tierra, una exquisita intérprete contemporánea china, Li Jie, de quien oímos el Estudio de Concierto No 1.

Pedí que nos condujeran adonde estaba Arturo Rubinstein, uno de los más grandes virtuosos del piano. Lo encontramos interpretando La Heroica, Polonesa de Chopin. ¿Y adonde dejamos a Vladimir Horowitz otro de los gigantes del piano. Lo escuchamos en el Concierto No. 3 para piano y orquesta de Rachmaninoff, una de las obras más difíciles de interpretar. (Mira como vuelan esas manos privilegiadas).

¿Cómo es posible? Se nos había escapado Federico Chopin. Corrimos a buscarlo y lo encontramos tranquilo en medio de sus sonatas, escuchando al gran pianista español Pedro Carboné interpretar la última parte de la Sonata No. 2 que tantas veces escuchamos en honras fúnebres.

¿Año Nuevo en el cielo? Aunque allí no hay calendario, tuvimos el enorme placer de asistir al Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena y nos deleitamos escuchando el Danubio Azul interpretado por el Coro de los Niños de Viena y a Claudio Abbado y el final del concierto de todos los años, la Marcha Radetzky

Todo fue un sueño. Desperté con una sonrisa en los labios el 1 de enero, queriendo dormir de nuevo, para continuar el viaje celestial con mi ilusión.


San Salvador, domingo 30 de septiembre, 2007


Hasta mañana, si Dios quiere