domingo, diciembre 10, 2006

LA COLUMNA DEL DOMINGO

¿CÓMO FUE?

Ernesto Rivas Gallont

Repetir el estribillo es como un eco de mi amor por ti y podría repetirlo, si cansarme, una y otra vez, hasta que el sueño me venza, con la esperanza que allí, en ese sueño, estaremos tú y yo unidos en el amor.

Hay música que evoca tiempos inolvidables, sobre todo para nosotros, los que hace muchos años vivimos una juventud alegre y romántica en comunidades pequeñas, donde todos éramos amigos y compartíamos aventuras y amoríos, frecuentemente con las mismas mujeres y ellas con los mismos varones. (Eran tan pequeñas las comunidades que no alcanzaban para todos). La letra de estas melodías evoca la inspiración de grandes bardos.

Los boleros era nuestra música preferida en los bailes del Casino de Santa Tecla durante las fiestas Navideñas, o en San Salvador, fuese en el Casino, el Juvenil u otro de los tantos que frecuentábamos.

¿Cómo fue?, del cubano Ernesto Duarte Brito, es una de esas melodías y canciones llenas de recuerdos de esos días, que, como la juventud, “se fueron para no volver”.

Cómo fue, / No se decirte cómo fue / No se explicarme que pasó / Pero de ti me enamore,

Eso es lo que normalmente ocurre. Viene de repente, cuando uno menos lo espera, aunque desde que la vio por primera vez, sintió que mariposas le revoloteaban en el estómago y su corazón, inexplicablemente, palpitaba más fuerte con solo evocar su imagen, o ver, con un suspiro, la pálida fotografía que guardaba como tesoro en su billetera.

Francisco de Quevedo, el inmortal bardo español del Siglo XVI, tiene una plausible explicación, cuando nos dice: “Llamáronme los ojos las facciones; / prendiéronlos eternas jerarquías / de virtudes y heroicas perfecciones”. Y Diego Alberto De Gregori dice, en “Échale la culpa a tus ojos”, que se enamoró de tu sonrisa, porque antes miró tus ojos a quienes culpa de no poder dejar de pensar en ti.

Fue una luz / Que ilumino todo mi ser / Tu risa como un manantial / Regó mi vida de inquietud.

Esta estrofa describe en pocas palabras, los sentimientos que definen el amor. Al verte, es como una luz que ilumina todo mi ser; tu risa repiquetea como un manantial que corre sobre pedruscos a través de la floresta; el verte y oírte me inquieta, porque pronto tendrás que partir y nuestra separación parecerá una eternidad.

¡Ah!... y los ojos [...] Son caricia, dolor, constelación, infierno. / Sobre toda su luz, sobre todas sus llamas, se iluminó mi alma y se templó mi cuerpo. Canta la poetisa uruguaya del siglo pasado, Delmira Agustini en su poema “Mis amores”.

La risa, a veces nerviosa, que siempre acompaña los encuentros de dos enamorados, suena todavía en sus oídos, imposible que el tiempo la borre.

Tu risa me hace libre, / me pone alas. / Soledades me quita, / cárcel me arranca. / Boca que vuela, / corazón que en tus labios /relampaguea. Nos revela el poeta español contemporáneo, Miguel Hernández en su poesía con el improbable nombre “Nanas de la cebolla”.

Fueron tus ojos o tu boca / Fueron tus manos o tu voz / Fue a lo mejor la impaciencia / De tanto esperar. . .

No sé que de ti me guata más; tus ojos o tu boca de rosa; tus manos o tu voz cuando me hablas; o a lo mejor hay cierto masoquismo cuando te espero impaciente y eso me hace amarte más.
Me he habituado a no verte pero no me resigno; / evoco tu figura, una sombra, / y al cerrar los ojos te oigo llamándome, / y me aprietas las manos que te tiendo / y las pones sobre las sienes para que sienta así tus latidos: / mientras, me sumerjo en tu mirada y mi alma se queda en ti. (Confidencias de Amor, de la poetisa y periodista argentina Marilina Rébora)

Tu llegada/ mas no se / No se decirte cómo fue / No se explicarme que paso / Pero de ti me enamoré.

Esperar tu llegada. Pero nada explica cómo fue, pero la verdad es que me enamoré y sigo enamorado de ti.

Y el gran uruguayo, Mario Beneditti, recordaba; “. . . pero venís y es seguro / y venís con tu mirada / y por eso tu llegada / hace mágico el futuro”. Esperar a la mujer que amas, hace mágico el momento cuando ella se aproxima.

Niña de ojos verdes, / que de ti, me enamoré. / Mira que me estoy muriendo. / Mira cuanto te querré... Llora Cristina De Fercey en su desgarrador poema, “Romance del Negrito”, que lloraba por una pena de amor.

Fueron tus ojos o tu boca / Fueron tus manos o tu voz / Fue a lo mejor la impaciencia / De tanto esperar ...

Repetir el estribillo es como el eco de mi amor por ti y podría repetirlo, si cansarme, una, otra y otra vez, hasta que el sueño me venza, con la esperanza que allí, en ese sueño, estaremos tú y yo unidos en el amor.

Como siempre, la espera / produce la impaciencia. / Las manos buscan / a otras manos amigas / que hablen tu misma lengua. Suspira Luis Álvarez, en su melancólico “Poema para una mujer desconocida”.

Tu llegada/ mas no se / No se decirte como fue / No se explicarme que paso / Pero de ti me enamore.

Repitiendo el estribillo, termina este sencillo, pero inolvidable bolero. Y termino yo mi añoranza.

San Salvador, domingo, diciembre 10, 2006.

¡Hasta mañana!

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