domingo, octubre 01, 2006

La columna dominical

EL PRIVILEGIO DE SER COLUMNISTA

Ernesto Rivas Gallont

El columnista trabaja con la mejor intención de satisfacer los intereses de sus lectores sobre temas importantes y de actualidad. Aunque la historia juega un papel importante para proveer un marco de referencia a los temas de interés actual.

Escribir una columna semanal es uno de los grandes privilegios de la vida. Cuando en septiembre de 2001, mi buen amigo Rodolfo Dutriz, Director de La Prensa Gráfica me invitó a convertirme de Colaborador, que venía siendo desde un tiempo atrás, a Columnista del diario, pensé que era la realización de un sueño que tenía desde mucho tiempo.

Me inicié publicando una serie de cuatro columnas consecutivas, sobre una sátira política, en la que relataba, en entregas sucesivas, una supuesta visita que don Quijote y Sancho Panza hicieron a El Salvador, en su eterna búsqueda de una provincia con la que el Caballero Andante premiaría a su escudero por su fiel servicio.

Desde entonces, he escrito columnas de uno u otro tipo, mayormente escogiendo entre temas que creí podrían interesar a mis lectores, fueran éstos, históricos, políticos y aun personales y triviales. También le he dedicado, con mucho amor, varias columnas a mi ciudad natal, Santa Tecla, su historia, acontecimientos actuales y anécdotas personales de varios amigos o personajes de que antaño hicieron grande a mi ciudad.

El columnista trabaja con la mejor intención de satisfacer los intereses de sus lectores sobre temas importantes y de actualidad. Aunque la historia juega un papel importante para proveer un marco de referencia a los temas de interés actual.

Hasta antes que La Prensa Gráfica introdujera en las páginas del diario un nuevo diseño, el tamaño de mis columnas era de unas 850 palabras, es decir, poco más o menos, dos cuartillas. El nuevo diseño, obligaba la reducción de mi columna a alrededor de 600 palabras. En un principio me resistí a aceptar este cambio, argumentando que necesitaba el espacio para poder postular una idea, razonarla y extenderme en mi pensamiento sobre ella. Y así informé a mi editor en el periódico, a mis lectores y a mis colegas columnistas.

Varios de ellos y ellas me dieron la razón, pero otros, criticaron mi razonamiento, argumentando que 600 palabras son suficientes, para que un buen columnista diga lo que tiene que decir.

Decidí, con gran pesar, hacer un paréntesis en esta, mi afición predilecta y durante ese tiempo me propuse dos objetivos. El primero ver si era capaz, e hice varios ensayos de redactar columnas reducidas, hasta que estuve satisfecho que sí era posible. El segundo, buscar otro medio para expresarme públicamente y tuve la fortuna de descubrir un medio muy ágil y fácilmente accesible: el Blog, que proviene de la palabra Weblog, es decir una bitácora interactiva que se hace disponible en una página Web personalizada.

Mi última columna estaba programada para el domingo 10 de septiembre. El martes 12 lancé al mundo cibernético mi primer Blog. Desde entonces, he escrito algo todos los días de semana y una columna dominical. Claro está que, a pesar de la enorme y sorprendente popularidad que el Blog ha adquirido universalmente, en El Salvador su difusión es aun muy limitada y, por supuesto, el número de lectores no se puede comparar, ni en la más remota sombra, a lo que le ofrece al autor una columna periodística.

Armado de renovado entusiasmo, inicié un amistoso diálogo electrónico con José Roberto Dutriz, Director Ejecutivo de La Prensa Gráfica, que condujo a la restauración de mi espacio dominical, si bien adaptado al nuevo diseño.

Saludo pues con el afecto de siempre a mis lectores y lectoras, con el espíritu renovado y hasta una nueva fotografía, para que el cambio quede concretado.

Hasta aquí me permite llegar mi nuevo espacio (603 palabras) pero esta columna es ampliada en mi Blog de este día (http://netorivas.blogspot.com/), desarrollando el concepto de el privilegio, ser un columnista.

Continuemos.

De todo esto, quien salió ganancioso fui yo, por dos importantes razones. Primero, la oportunidad que el blog me da de escribir no solo mi columna semanal, sino algo variado todos los días, sobre cualquier tema. En segundo lugar, luego de comunicar a mis lectores mi decisión, tuve la enorme satisfacción de recibir un par de centenares de mensajes de adhesión y simpatía de mis lectores y amigos. Muchísimas gracias a todos y todas, por ellos. Eso, de por sí, tiene para mí, un valor inapreciable.

Un columnista, ante todo, tiene que ser independiente. Lamentablemente, en nuestro ambiente hay periódicos que solamente publican colaboraciones que no vulneren el pensamiento político del propietario. A esa actitud cerrada, no se le puede llamar periodismo.

Esa independencia, también implica honestidad, rectitud. El columnista, o más bien plumífero a sueldo, es decir que acepta una retribución ocasional o permanente, para escribir sobre determinados temas o para mantener o apoyar una línea o ideología política, social, comercial, o lo que sea, no merece el espacio que el periódico le concede para expresar su opinión, no para propagar la de otros. Ellos son indignos de llamarse periodistas, columnistas o colaboradores de un periódico.

Un columnista debe ser ético. Los principios éticos de un individuo son lo más sagrado que poseemos. Si para escribir los violamos planteando inferencias que se les opongan, es, primero, manchar el papel indignamente y segundo, una manifestación clara de hipocresía.

El conocimiento histórico es sumamente útil para el columnista que escribe sobre temas variados. Es preciso fundirlo imperceptiblemente con las evocaciones personales del pasado reciente.

Otro punto a tomar en cuenta, es la necesidad de variedad. La mayoría de las columnas no deben estar muy alejadas de los acontecimientos cotidianos, sean políticas, sociales o culturales. Pero aunque aborde estos temas, el columnista debe saltar entre estos y otros campos.

Toda buena columna trata sobre la humanidad y la naturaleza humana y es personal; pero nunca debe ser egocéntrica. La vanidad es el pecado capital del columnista. La actitud del sabiondo es insoportable. Al mismo tiempo, el o la columnista debe ser el o ella mismo o misma.

Para concluir. La vida es, de cuando en cuando, triste para la mayoría de la gente y sin duda también lo es para el columnista. Pero, como Garrick, se trata de no mostrarlo y continuar con el espectáculo.

¡Muchas gracias! Y hasta mañana.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Don Ernesto:

Me alegra que su columna esté de regreso en LPG, pues acostumbro leerla semanalmente. Qué bueno también que comparta su pensamiento por este medio y se convierta en uno de los primeros columnistas salvadoreños en complementar sus canales de expresión habituales con Internet.

Aprovechando este comentario y, de de la manera más respetuosa, me permito hacerle un par de sugerencias:

- Evaluar tener varios "posts" diarios, en lugar de uno solo. Tengo la impresión que eso facilitaría la lectura e incluso le permitirá clasificar por secciones lo que ahora es un sólo bloque de texto.

- Algo de valor para el blog sería también que agregará un poco más de información sobre usted. Es decir una sección del tipo "Acerca del autor". Esto ayudaría a los internautas a saber rápidamente un poco más de quien escribe.

En general, hay otras muy buenas sugerencias en:
http://www.useit.com/alertbox/weblogs.html

Un atento saludo,

Jaime Menéndez - jemenendezo.spaces.live.com